sábado, 20 de febrero de 2016

El Cesto de la Ropa

        




ace un tiempo leí unos consejos para llevarse bien con los demás:


  1) Hablar con optimismo y buen humor.
  2) Sonreír.

  3) Llamar a las personas por su nombre. 

  4) Ser amable y atento. 

  5) Comunicarse con franqueza. 

  6) Preocuparse por los demás. 
  7) Ser pródigo con los elogios, palabras de aliento y muestras de  aprecio.
  8) Mostrarse verdaderamente interesado en los sentimientos ajenos. 
  9) Evitar las discusiones. 
10) Ser servicial.
     «Estos son buenos consejos», pensé, y resolví ponerlos en práctica en mi vida cotidiana. No sabía que al día siguiente se me presentaría una oportunidad, aunque no exactamente como yo me la imaginaba.

     Mi esposa se enfadó conmigo por no ayudarla a llevar el cesto de la ropa hasta la azotea. En nuestra casa hay que subir seis tramos de escaleras para llegar al terrado. Por eso es trabajoso llevar una cesta de ropa mojada para colgar.

     Le expliqué que lo hubiera hecho de muy buena gana si me lo hubiera pedido; ella, sin embargo, parecía convencida de que yo había eludido la tarea a propósito. ¡Qué injusto! Estaba molesto, y por más que hurgué en la memoria, el único de los diez consejos que me vino en ese momento fue el n.º 9: «Evitar las discusiones», aunque ya era tarde para eso.

     Recordé que, cuando Julio César se enojaba, solía repetir mentalmente todo el alfabeto antes de hablar. Claro que yo iba a necesitar más de 27 letras para no hacer ni decir nada precipitado. Me vino entonces al pensamiento el poema Dejarlo pasar.

     Al cabo de un rato nos calmamos y nos reconciliamos. Con un regalo y un beso le pedí disculpas y de algún modo el incidente del cesto de la ropa perdió rápidamente toda importancia. Sin embargo, ahora que el asunto salió a la luz, la próxima vez que mi esposa esté lavando la ropa voy a asegurarme de poner en práctica el consejo n.º 10: «Ser servicial».

* * *

         Dejarlo pasar

Los grandes hombres no se ofenden
por insignificancias,

por un comentario hiriente,

pero sin importancia.

Por su nobleza, ni lo notan,

o hacen caso omiso;
tal vez una sonrisa esbozan
como quien no lo quiso.
Bien han visto que lo mejor
para su bienestar
es conservar el buen humor
y dejarlo pasar.






Virginia Brandt Berg (1886–1968)


Fuente:http://reflexiones.xtreemhost.com/

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