lunes, 28 de septiembre de 2015

¿Podemos juzgar a otras personas? | Textos fuera de contexto



Andrés Birch



Textos fuera de contexto es una serie de artículos donde hombres y mujeres de Dios nos ayudan a entender mejor ciertos pasajes de las Escrituras que han sido malinterpretados. Esta es la segunda entrada, analizando Mateo 7:1-2. Puede leer la primera aquí.
¿Alguna vez alguien te ha dicho: “¡No me juzgues!”? ¿Alguna vez te han regañado por atreverte a criticar a algún predicador famoso? ¿Alguna vez has oído decir que la disciplina de un miembro de iglesia es una falta de amor?
¿Qué tienen en común estos ejemplos? Todos ellos están relacionados con Mateo 7:1-2: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido”.
Pero ¿qué significa, realmente, este tan citado texto bíblico? Que nos sirvan de ayuda las siguientes cinco preguntas:

1. ¿Qué tenemos en este texto?

¿Qué tenemos en Mateo 7:1-2? Yo diría que lo que tenemos es, básicamente, una advertencia: Si juzgamos a otras personas, nosotros mismos seremos juzgados; y seremos juzgados según la misma barra de medir que nosotros hayamos usado con otras personas. Así que, ¡tengamos cuidado!
Si es así, no se trata de una prohibición absoluta: “¡Nunca juzguéis a nadie, de ninguna manera!”, sino de una advertencia: “Antes de que juzguéis a nadie, pensad muy bien cómo lo hacéis, sabiendo que de esa misma manera vosotros también seréis juzgados”.

2. ¿Qué significa la palabra “juzgar”?

Juzgar es la palabra clave aquí: si la entendemos mal, es probable que metamos la pata a la hora de interpretar el texto.
La palabra griega traducida “juzgar” aquí es la palabra “krino”, y se encuentra ciento catorce veces en el Nuevo Testamento, en noventa y ocho versículos diferentes. Abarca una amplia gama de significados: separar, distinguir, juzgar, considerar, cuestionar, pronunciar sentencia, condenar, vindicar, etc.
Veamos algunos ejemplos:
  • “Al que quiera ponerte a pleito [krino] y quitarte la túnica, déjale también la capa” (Mt. 5:40, la única otra referencia en el Sermón del Monte).
  • “Os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar [krino] a las doce tribus de Israel” (Mt. 19:28, la única otra referencia en Mateo).
  • “No envió Dios a su Hijo al mundo para condenar [krino] al mundo” (Jn. 3:17).
  • “No juzguéis [krino] según las apariencias, sino juzgad [krino] con justo juicio” (Jn. 7:24).
  • “Juzgad [krino] si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” (Hch. 4:19).
  • “En lo que juzgas [krino] a otro, te condenas a ti mismo, porque tú que juzgas [krino] haces lo mismo” (Ro. 2:1).
  • ”¿Por qué juzgas [krino] a tu hermano?” (Ro. 14:10).
  • ”¿No juzgáis [krino] vosotros a los que están dentro?” (1 Co. 5:12).
Según estos (y otros) textos del Nuevo Testamento, hay un juzgar divino y otro humano, y hay una forma de juzgar que es buena y necesaria y otra que es mala y censurable. Como casi siempre, “el contexto es rey”: es el contexto el que determina el significado de cada texto.

3. ¿Qué luz arroja el contexto?

El contexto de Mateo 7:1-2 es el Sermón del Monte. Aunque se hable de “la multitud”, el Señor se dirigía principalmente a sus discípulos: “Vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo…” (Mt. 5:1-2).
Es en ese contexto que el Señor dice a sus discípulos: “No juzguéis, para que no seáis juzgados…”. Hay una manera de juzgar que no es apropiada para los seguidores del Señor, una manera de juzgar orgullosa (“Déjame sacar la paja de tu ojo”), hipócrita (“la viga…en tu propio ojo”) y sin amor.
Y si seguimos leyendo, llegamos al versículo 6: “No deis lo santo a los perros, no echéis vuestras perlas delante de los cerdos…”. ¿Cómo decidimos quiénes son “los perros” o “los cerdos”, si no es ejerciendo nuestro juicio?
Y si leemos un poco más adelante, llegamos al versículo 15: “Guardaos de los falsos profetas…” ¿Cómo distinguimos entre los profetas verdaderos y los falsos, si no es fijándonos en sus frutos y sacando conclusiones?

4. ¿Hay algún texto paralelo?

Hay un texto paralelo a Mateo 7:1-2: Lucas 6:37: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados”.
Hay dos detalles aquí que nos pueden ayudar: (1) Al añadir la frase: “No condenéis…”, parece que está diciendo: “Y cuando digo que no juzguéis, lo que quiero decir es que no juzguéis en el sentido de condenar”; y: (2) Cuando añade: “Perdonad, y seréis perdonados”, parece que nos está diciendo que perdonar es lo contrario de juzgar y condenar. En vez de juzgar y condenar a otras personas, lo que deberíamos hacer es perdonarlas.

5. ¿Qué dice el resto de la Biblia?

Sin echar por la borda el contexto de Mateo 7:1-2, debemos comprobar nuestra interpretación a la luz de la enseñanza bíblica en general. Y si, como ya hemos visto, la Biblia habla de juzgar en diferentes sentidos –divinos y humanos, buenos y malos– lo lógico sería ver Mateo 7:1-2 como una advertencia contra una manera mala de juzgar: esa manera orgullosa, hipócrita y sin amor, y sin tener en cuenta que, tarde o temprano, nosotros mismos seremos juzgados de acuerdo con la manera (buena o mala) de que hayamos juzgado a los demás.

Conclusiones

  1. En Mateo 7:1-2 el Señor está predicando un sermón a sus discípulos sobre cómo debe ser la vida de todo verdadero creyente.
  2. En Mateo 7;1-2 el Señor está advirtiendo a sus discípulos del peligro de juzgar a otras personas de una manera orgullosa, hipócrita y sin amor, y de las consecuencias de ello.
  3. En Mateo 7:1-2 el Señor está hablando de una manera de juzgar a los demás nada apropiada, pero en el resto del Sermón del Monte y de la Biblia se habla de otras maneras de juzgar que son buenas e incluso necesarias.
  4. En Lucas 6:37, el único pasaje paralelo a Mateo 7:1-2, juzgar es lo mismo que condenar y lo contrario de perdonar.
  5. Debemos tener mucho cuidado de no caer en esa forma poco cristiana de juzgar a los demás, pero sin dejar de usar nuestro juicio, juzgar y discernir, tal como el Señor también nos enseña a hacer en su Palabra.



Cabeza y no cola | Textos fuera de contexto






Juan José Binet

Textos fuera de contexto es una serie de artículos donde hombres y mujeres de Dios nos ayudan a entender mejor ciertos pasajes de las Escrituras que han sido malinterpretados. Esta es la primera entrada de la serie, analizando Deuteronomio 28:13.
¿Ha escuchado usted en algún momento frases como “Dios me dice que soy cabeza y no cola y por lo tanto ejerzo dominio sobre todo lo que me pertenece”, o “Como iglesia nos apropiamos de la promesa divina de que somos cabeza y no cola y por lo tanto la recibimos y declaramos que todo lo que reclamemos será nuestro en Nombre de Jehová de los Ejércitos”? Qué tal, “Soy princesa, hija del Rey, cabeza y no cola y no tengo que someterme a ningún hombre que pretenda avasallarme o ignorar nuestra igualdad de condiciones y autoridad”? Son trilladas frases que ya se popularizan entre muchos cristianos evangélicos alrededor de todo Latinoamérica y que siguen siendo heredadas y tomadas prestadas por muchos otros que las aceptan como realmente bíblicas e incuestionables.
Dichas frases son tomadas del texto en Deuteronomio 28:13 que dice:
“Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedecieres los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas”.
Lo de cabeza y cola se trata de lenguaje retórico en el que el autor se vale de la figura literaria conocida como metonimia para comunicar la idea, en este caso de preeminencia o supremacía versus subyugación o postrimería. Dicho en lenguaje militar: vanguardia versus retaguardia. El vocablo hebreo que se traduce como cabeza aquí significa originalmente comienzo o al frente. El término hebreo para cola literalmente se puede traducir como aletear o sacudirse. En otras palabras, Dios está comunicando a Su pueblo que irían al frente en vez de permanecer revoloteando.
Resulta que este texto se añade, penosamente, a la larga lista de textos malinterpretados y/o sacados de contexto de la que muchos lectores bíblicos se hacen eco, algunos por ignorancia, otros en su estado de inocencia o en su condición de neófitos, y la mayoría en su calidad de indoctos e inconstantes, como dice 2 Pedro 3:16.

Interpretando el pasaje

¿Por qué es incorrecto el pretender apropiarnos de tal versículo y reclamarlo como promesa? ¿Por qué no debemos crearnos expectativas falsas basadas en lo que Dios no se ha comprometido?
En primer lugar, como regla general y atendiendo a lo más elemental de la interpretación bíblica, es menester tomar en cuenta el entorno y los detalles alrededor de los cuales Dios expresa un pensamiento en particular. En este caso, vemos el trato exclusivo de Dios con el pueblo de Israel que por boca de su siervo Moisés se asegura de establecer pautas y condiciones específicas que han de regular su compromiso o promesa a la nación. Es necesario considerar todo el capítulo desde su inicio, y no solo el verso 13, a fin de notar las condicionantes que afectarán los resultados. El mensaje cabal incluye bendiciones, pero también maldiciones o resultados penosos, lo cual nos obliga a prestar atención y considerar todo el texto antes de llegar a conclusiones apresuradas.
Un análisis cuidadoso del pasaje nos permitirá notar que el adverbio “si” aparece seis veces (vv. 1, 2, 13, 14, 15 y 58), el cual es condicional; o sea que Dios está comprometido a cumplir con Su promesa solo si el pueblo acata y cumple con la parte que le corresponde. Una manera de ilustrarlo sería por ejemplo el típico caso del padre que le promete a su hija que como regalo para su quinceañero le va a cubrir unas vacaciones a Europa con todos los gastos pagos, si no reprueba ningún examen final y si logra excelentes calificaciones. Si la doncella no logra el reto, por más cruel que suene, el padre no está obligado a cumplir con su promesa. Del mismo modo, en este pasaje Dios no está prometiendo incondicional e indefectiblemente que Israel será cabeza y no cola. De hecho el mismo capítulo revela que Dios plantea tantas bendiciones como maldiciones, y como si fuera poco, Dios mismo señala en el verso 44 que si el pueblo no hace su parte la maldición sería a la inversa, es decir que terminaría siendo cola de otros pueblos extranjeros en vez de cabeza. Es así que para poder exigir o esperar que Dios cumpla con su promesa (que en este caso es el compromiso menor), el pueblo lleva la tarea más ardua de cumplir con varios requisitos que por razones de espacio no enumeraremos aquí. En otras palabras, como creyente, solo puedo esperar una bendición o beneficio de Dios si primero me aseguro de seguir al pie de la letra las condiciones y las instrucciones específicas que Dios dicta.
En segundo lugar, otro principio importante en la interpretación de las Escrituras es el lograr identificar a quién es dirigido el mensaje. Como individuos o como iglesia no tenemos el derecho de apropiarnos de una promesa o bendición que no nos corresponde, es decir que no fue intencionada para nosotros. Ya hemos visto cómo esta promesa fue dada específicamente para el pueblo de Israel, antes de su entrada a tierra de Canaán. En más de una ocasión hemos sido testigos de lastimosas decepciones que cristianos bien intencionados han sufrido por creer erróneamente que en sus propias circunstancias Dios cumple lo que promete y que “no es hijo de hombre para que mienta”, apelando al atropellado y abusado versículo en Jeremías 33:3 que dice “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”.
En conclusión, asegurémonos de interpretar y aplicar correctamente las Escrituras. El sacar un texto fuera de contexto no es más que un pretexto para interponer nuestro propio criterio y al final salirnos con las nuestras y, lo que es peor, manipular las masas indefensas e inocentes, induciéndolas a seguir nuestras malfundadas intenciones y liderazgo, arrastrándolas hacia la enferma doctrina o en su defecto terminar siendo objetos de la retribución divina al eliminarnos habiendo sido heraldos para otros (1 Co. 9:27) y evitando hacernos maestros muchos de nosotros sabiendo que recibiremos mayor condenación (Stg. 3:1).
Juan José Binet es pastor asociado de la Primera Iglesia Bautista de Neptune Road en Kissimmee, Florida y actual Profesor de Hermenéutica y Griego del N.T. en la Universidad Teológica El Camino de la misma ciudad.

Serás salvo tú y tu casa | Textos fuera de contexto





Daniel Puerto

Hace tiempo en una reunión de oración, una hermana pidió que le acompañáramos pidiendo a Dios por la salvación de sus familiares. Si mal no recuerdo, ella mencionó a su padre, sus hermanos y tíos. Nosotros le prometimos que oraríamos en ese momento por la salvación de su familia. Pero antes de comenzar a orar, ella nos dijo: “Yo tengo fe que Dios salvará a mis familiares porque en su Palabra dice: ‘Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa’. Yo confío en las promesas de mi Dios”. Ella estaba citando Hechos 16:31.

¿Cuál es el contexto del pasaje?

Hechos 16:31 es dicho por Pablo en medio de su encarcelamiento junto a Silas, poco después de haber sido azotados. Ellos habían sido puestos en el calabozo, y mientras oraban y cantaban himnos a Dios, “sobrevino de repente un gran terremoto de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron” (16:26).
De acuerdo con la ley romana, si un guardia perdía un prisionero, él recibía el mismo castigo que el gobierno había determinado para el delincuente. De modo que el carcelero entró en un estado de pánico, al punto de buscar su espada para quitarse la vida. Los gritos de Pablo evitaron su suicidio, al él explicarle que todos los presos seguían dentro de la cárcel.
Luego de tan emocionante escena, el carcelero preguntó a los misioneros: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (16:30). La respuesta de Pablo y Silas fue la proverbial expresión “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa”. Como la señora en la reunión de oración, estas palabras han sido entendidas por muchos como una promesa directa de parte de Dios para ellos mismos. Ellos han visto en este versículo una razón para creer que sus familiares no creyentes llegarán algún día, tarde o temprano, a creer en Cristo como Salvador.

¿Es Hechos 16:31 una promesa de Dios acerca de la salvación de nuestros familiares?

En resumidas cuentas, no.
Una regla importante que debemos seguir al estudiar la Biblia es interpretar las narraciones históricas a la luz de los textos didácticos, es decir, interpretar las historias en base a las enseñanzas. “El términodidáctico viene de la palabra griega que significa enseñar o instruir. La literatura didáctica enseña o instruye”[1]. Hablando en términos generales, los Evangelios y el libro de los Hechos son mayormente narraciones históricas; mientras que las cartas de Pablo, Pedro, Juan, etc., son textos didácticos.
Los Reformadores del siglo XVI tenían como principio hermenéutico que las Epístolas interpretan los Evangelios, en lugar de que los Evangelios interpreten las Epístolas[2]. No podemos sacar nuestra teología de narraciones históricas, ignorando la enseñanza que con claridad podemos leer en los pasajes didácticos.
El escritor español José M. Martínez explica contundentemente que “la atribución de carácter normativo a un hecho determinado debe basarse en otros textos del Nuevo Testamento que la justifiquen… Sin el debido apoyo del resto del Nuevo Testamento, no debe generalizarse ninguna experiencia personal o práctica eclesiástica y propugnar su repetición como si fuese exigible a todo cristiano o a toda iglesia local. Ello sería una ligereza poco recomendable”[3].
Sí, Pablo le dijo al carcelero de Filipo que su familia sería salva si él creía en el evangelio. Pero eso fue el apóstol Pablo al carcelero de Filipo. Una promesa particular, dada en el tiempo: no una promesa que yo pueda dar a quien yo quiera. No hay ninguna enseñanza en la Escritura de que mi conversión va a resultar en la conversión de mis familiares. Lo que sí se nos enseña es la conversión personal de cada individuo (Ro. 10:9).
En Hechos 16:31 Dios no enseña que mi familia recibe salvación automáticamente después de que yo soy salvo. Tampoco enseña que Dios me ha prometido que los miembros de mi familia serán salvos si yo he comprendido el Evangelio y he recibido el regalo de la salvación. De acuerdo con el mensaje completo del Nuevo Testamento, los miembros de la familia del carcelero recibirían salvación si escuchaban el mensaje y eran objeto de la obra regeneradora del Espíritu Santo. Para que ellos creyeran en Cristo como Salvador, el evangelio tenía que llegar a sus oídos (Romanos 10:13-17) y el Espíritu Santo tenía que hacer su obra de salvación (Juan 3:1-8). Y esto mismo sucedió, pues los versículos siguientes nos enseñan que ellos escucharon la Palabra, creyeron y fueron bautizados con gozo (Hch. 10:32-34).

Conclusión

Para que los miembros de mi familia que no son salvos lleguen a recibir el regalo de la vida eterna, el mensaje del evangelio debe llegar a ellos, y el Espíritu Santo debe alumbrar su entendimiento y hacerlos nacer de nuevo. Como creyente oro, por la salvación de aquellos familiares y amigos que no han recibido el regalo de la vida eterna. Sin embargo, pensar que en Hechos 16:31 encuentro una promesa de Dios para la salvación de mi familia es poner en boca de Dios lo que Él nunca dijo.


[1] R. C. Sproul, Knowing Scripture (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2009), 1013 y ss. (números de Kindle).
[2] Sproul, Knowing Scripture, 1022 y ss.
[3] José M. Martínez, Hermenéutica Bíblica (Barcelona, España: Libros CLIE, 1984), 479.
J. Daniel Puerto, es pastor de la Iglesia Bautista La Nueva Esperanza en Tampa, Florida. Estudió en el Instituto Bíblico Rio Grande (Edinburg, Texas) y comenzó una maestría en el Midwestern Baptist Theological Seminary (Kansas City, Missouri). Está casado con Claudia y espera su primer bebé en unos meses. Lo puedes seguir enTwitter: @danielpuerto51.

10 mentiras que los pastores creen de sí mismos aunque no lo digan






Eduardo Escobar

1. Soy el tamaño de mi iglesia. Uno de los grandes demonios que nos persiguen como pastores es el número de asistencia y membresía. Cometemos el error de poner nuestro valor en multitudes. Sean muchos o sean pocos los presumimos o los excusamos. Esto es una mentira. La verdad es que el tamaño de la iglesia, sea grande o pequeña, no la hace buena o mala en sí. Yo no soy el tamaño de mi iglesia, soy el tamaño mi pecado perdonado, el amor y gracia de Dios en Jesús.
2. Soy los cumplidos que recibo. En ocaciones, la lucha más fuerte se encuentra en medio de los halagos. Cuándo un sermón fue “hermoso”, el culto “lleno de bendición” y todo fue “gracias al pastor”, una de las tentaciones más grandes vienen al corazón: aceptar la adoración que únicamente le pertenece a Dios. ¡Falso! Los pastores sólo somos vasos de barro con un gran tesoro en el interior. Yo no soy los cumplidos que recibo, soy la verdad que soy un gran pecador salvado por gracia a través de la fe en Jesús.
3. Soy los conocimientos que tengo. No sólo se espera que tengamos todas las respuestas, nosotros mismos pensamos que podemos hacerlo. El conocimiento no es malo, el problema es confiar más en mi conocimiento, diplomas o grados académicos que en Dios. La realidad es que no somos omniscientes, ignoramos tantas cosas y nuestra capacidad es limitada. Yo no soy los conocimientos que tengo, soy un tonto que fue rescatado por la sabiduría de Dios: Jesús.
4. Soy la apariencia de mi matrimonio. A veces olvidamos que ser testimonio incluye aceptar nuestra pecaminosidad y modelar el arrepentimiento bíblico y la fe sincera. Todo matrimonio está afectado por el pecado, inclusive el tuyo amigo pastor. Seamos sinceros, tus líderes lo saben, los cristianos lo saben, pero por sobre todo Dios y tu esposa lo saben. Yo no soy la apariencia de mi matrimonio, soy un pecador que vive con otra pecadora (24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año) pero ambos salvados y sostenidos por su gracia.
5. Soy el comportamiento de mis hijos. Uno de los más grandes pecados del pastor como padre es poner una carga sobre sus pequeños que sólo Jesús podía llevar en la cruz: salvarlo. Los hijos son bendición de Dios, bajo el efecto del pecado original y necesitados de la gracia divina, pero no son medios de salvación. Yo no soy el comportamiento de mis hijos, soy un hijo rebelde, perdonado, rescatado y adoptado que puedo guiar a otro hijo al verdadero Padre.
6. Soy lo que hago. Enseñar, discipular, visitar, predicar, orar en público, servir, barrer, cantar, tocar un instrumento, sonreír, saludar, aconsejar, entrenar son todas cosas buenas pero no son suficientes para sostener una identidad. Nuestra mente falla, la lengua se traba, los pies se cansan, el cuerpo se agota. Puedes hacer mucho pero si quieres poner tu identidad en lo que haces nunca será suficiente. Yo no soy lo que hago, soy lo que Jesús hizo por mí pecador: un sacrificio de amor.
7. Soy quien soy en público. Domingo por la mañana, sonrío, saludo cordialmente, me intereso en las personas, oro con fervor, hablo con pasión, canto con devoción, sonrío a mi esposa, abrazo a mis hijos y despido a todos. Nada de esto está mal, el problema es que si es sólo un cascaron no vale. Si oro más en lo público que en lo privado, si leo más mi Biblia en una reunión que en mi recamara, si trato mejor a mi esposa el domingo que el jueves, hay un problema. Yo no soy quien soy en público, soy la ganancia de lo que él fue en público: pecado perdonado.
8. Soy quien soy en privado. Lunes por la noche, sólo en la casa, lucho con tentaciones, tristeza, cansancio o depresión, no oro, no leo, no canto, soy indiferente a mi hogar, soy frío con mi esposa, mi vecino y mi Dios. Soy pecador, más de lo que me gustaría aceptar. Pero gracias a Dios ese no es el fin de la historia. Yo no soy quien soy en privado, soy la ganancia de lo que él fue en privado: un inocente orando para hacer la voluntad del padre y perdonarme como pecador.
9. Soy fuerte. Un funeral, consejería con un matrimonio que se divorcia, un adolescente con depresión, padres que luchan con rebelión con sus hijos, cuentas que pagar, trastes que lavar, se descompone el carro, mala noche de sueño, falta de concentración para preparar la predicación, un líder no cumplió con su responsabilidad. “Tengo que ser fuerte”. ¡No! Yo no soy fuerte, soy débil, pero Jesús si lo es, yo soy su poder manifestado en la debilidad.
10. Yo soy el salvador. Un hombre sin esperanza, un mujer hundida en relaciones destructivas, un matrimonio en picada, un adolescente ciego en la vanidad, una iglesia que carece de santidad: “Los tengo que salvar”. ¡No! Yo no soy Jesús, soy otro hambriento que ha encontrado pan y puede señalarle a otros hambrientos dónde hay abundancia de alimento.


10 mentiras que los cristianos creen sobre su pastor aunque no lo digan







Eduardo Escobar

1. No me va a fallar. Los pastores son también pecadores salvados por gracia, por lo tanto te van a fallar. No hablamos de falsos maestros, sino de pastores genuinos que aman a Dios y anhelan servir a la iglesia. Tu pastor no es Jesús, tarde o temprano te fallará y con la gracia de Dios lo reconocerá, te pedirá perdón y te modelará como un pecador se arrepiente de su pecado y confía en Cristo para salvación. Tu pastor también necesita un Salvador.
2. No se cansa. Un pastor trabaja 12 horas en promedio, de 6 a 7 días a la semana, por la mayor parte del año. Atiende a las ovejas lastimadas pero también a las problemáticas, las que lo hieren, las que muerden y a las que se meten en peligros. Lucha en contra de lobos, leones y osos que quieren destruir a las ovejas que se les han encargado. Busca a las ovejas perdidas en valles oscuros, lugares peligrosos, caminos desiertos. Entrena a otros pastores porque el trabajo es basto. Y, además de esto, es padre, esposo, hijo, amigo, chofer, fontanero, electricista y mecánico. Tu pastor no es todopoderoso, se cansa físicamente, se frustra emocionalmente y se seca espiritualmente. Tu pastor necesita descansar.
3. No tiene problemas personales. El matrimonio de tu pastor atraviesa, como todas las parejas en Cristo, momentos difíciles: egoísmo que necesita morir, mentiras que requieren de la verdad, tentaciones a las que le urgen confesión, oración y un amigo. Los hijos del pastor también llevan consigo el pecado original: tienen sus luchas con el pecado y necesitan de un salvador lleno de gracia y verdad. La cartera del pastor se vacía. Su economía también se ver afectada por los ídolos de su corazón. Tu pastor no tiene una vida sin problemas. Tu pastor necesita consejos, oración y amigos.
4. No tiene preocupaciones. Aunque no lo creas tu pastor pierde el sueño. La intranquilidad invade su corazón por que su fe tampoco es perfecta. Le preocupa su esposa que necesita más tiempo, sus hijos que lidian con tentaciones, la familia de sus líderes, los matrimonios en la iglesia, las influencias sobre los jóvenes, su economía y demás. Tu pastor sufre, tiene incertidumbre y no siempre tiene una fe reluciente. Tu pastor necesita palabras de animo, consuelo y aliento.
5. No me necesita.¿En qué puedo ayudar yo a alguien que sabe más Biblia? En mucho. El ministerio puede ser muy solitario, puedes servir a tu pastor con tu amistad, compañía, chistes, comida y opiniones. Tu pastor te necesita no importa si eres un líder o un recién convertido. 
6. Él tiene una relación perfecta con Dios. Aunque es cierto que debe tener una buena relación con Dios antes que con cualquier otra persona, eso no significa que no luche consigo mismo para apartar tiempo, estudiar la Biblia, orar y reflexionar, no para dar un estudio, sino simplemente para pasar tiempo con Dios. Tu pastor no tiene una relación perfecta con Dios. Tu pastor necesita tiempo y de tu oración para pasar cada día tiempo en intimidad con su Señor.
7. Él está siempre feliz. Ni si quiera Dios está siempre feliz. La Biblia habla bastante de la ira de Dios, menciona a Jesús llorando, afligido hasta la muerte e inclusive de la tristeza que causa el pecado al Espíritu Santo. Tu pastor también tiene toda la gama de sentimientos con la que Dios nos creó. Sus sentimientos también están aún sujetos al pecado. Y hay ocaciones en las que “estar siempre feliz” sería deshonrar a Dios mientras lo contrario sería hacerlo. Tu pastor no está siempre feliz. Tu pastor necesita ser amado en la tristeza, enojo, depresión o cansancio.
8. Él es un esposo y padre perfecto. Sólo Jesús es perfecto. Gracias a eso tu pastor y su familia no tienen que serlo para ser salvos. Su matrimonio y paternidad son reflejo de la verdad: pecadores salvados por gracia en el proceso de santificación. Exactamente como tú. Tu pastor no es perfecto. No coloques la carga de ser Dios sobre los hombros de un pecador.
9. Él puede solucionarlo. Dios ha dotado a sus siervos de muchas habilidades y dones espirituales pero tu pastor no es todopoderoso. No sabe toda la Biblia de memoria. No conoce la explicación de cada versículo oscuro. No tiene una respuesta para cada crisis existencial. No sabe todo de filosofía, historia,  psicología, sociología, arte, política y demás. Siempre habrán cosas que están más allá de sus límites. Tu pastor no lo puede todo. Pero si puede orar por ti, estar contigo e seguir capacitándose para servirte mejor.
10. Él es el responsable de ____________. Evangelizar, discipular, servir, entrenar, aconsejar, dirigir, cantar, limpiar, visitar, orar, mentorear son cosas que todos, de acuerdo a nuestra vocación y dones, estamos llamados a hacer juntos. Tu pastor no es el cuerpo de Cristo, lo somos todos. Tu pastor no es el único responsable de cumplir la voluntad de Dios en la tierra, tu también eres parte y puedes comenzar por llamar a tu pastor en este momento, orar con él por él, invitarlo a cenar a tu casa y simplemente preguntarle cómo está.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Sobre esta roca edificaré mi iglesia



Image: © Open source


Por: Nathan Busenitz

Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18).
La iglesia católica romana ha interpretado la “roca” de Mateo 16:18 como referencia a Pedro, creando así la base fundamental para la doctrina de sucesión papal. Ellos argumentan que si Pedro es la roca sobre la cual se construyó la iglesia, y si los obispos de Roma son los sucesores de Pedro, entonces el papado continua siendo el fundamento de la iglesia.
Pero esto no es lo que enseña Mateo 16:18.
El nombre “Pedro” fue un apodo que Jesús le dio a Simón cuando se conocieron (Juan 1:42). Proveniente de la palabra griega: petros (o la palabra aramea “Cefas“), el nombre de Pedro significa “roca” o “piedra”.
Cuando Jesús dijo: “Yo digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”, él utilizó dos palabras griegas diferentes para diferenciar entre Pedro y la “roca”. El nombre de Pedro es petros, mientras que el nombre de la “roca” es petra.
Probablemente estos términos nos suenen similares, pero la literatura griega antigua muestra que en realidad se refieren a dos cosas distintas. Petros se utilizaba para referirse a una pequeña piedra, mientras que petra se refería a una base de piedra o a una gran roca utilizada como el fundamento (Mateo 7:24-25).
Así que, si parafraseamos las palabras de Jesús, el Señor le dijo a Pedro: “Y yo también te digo, que tú eres una pequeña piedra y sobre esta roca de base edificaré mi iglesia.” Jesús empleó un juego de palabras para enfatizar este punto tan importante.
Entonces, ¿a qué roca de base se refiere Jesús? La respuesta se encuentra algunos versículos antes, en Mateo 16.
Mateo 16:13-17: Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Pedro era sólo una pequeña piedra parada sobre el cimiento de algo mucho más grande que él: la verdad de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. En pocas palabras, Pedro no es la roca sino que Cristo es la Roca. Y al testificar tanto Pedro como los otros apóstoles, la iglesia se fue construyendo en el fundamento de la verdad de Cristo.
Lo mismo es visto en el Nuevo Testamento:
En 1 Corintios 3:11, Pablo escribió que “nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. En Efesios 2:20, Pablo explica que Jesucristo es la piedra angular sobre la cual la iglesia está fundada por los apóstoles.
Incluso Pedro, en 1 Pedro 2:1-10, comparó a todos los creyentes a pequeñas piedras que forman parte de la estructura de la iglesia. A comparación, él habla del Señor Jesús (en los versículos 6-7) como la piedra angular sobre la que la iglesia es sustentada. Pedro dijo lo mismo a los líderes religiosos judíos enHechos 4:11. Hablando de Jesús, Pedro proclamó: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.”
Si tuviéramos que ir más allá de la vida de Pedro, y considerar los escritos de los padres de la iglesia, como Orígenes, Crisóstomo o Agustín, veríamos cómo la mayoría de ellos no consideraban que la “roca” en Mateo 16:18 fuese una referencia a Pedro. Por lo general, los padres de la iglesia interpretaban la “roca” como una referencia a los apóstoles colectivamente o bien al contenido específico de la confesión de Pedro (en el capítulo 16). Cualquiera que fuese el caso, ellos entendieron que Mateo 16:18 estaba centrado completamente en aquel de quien los apóstoles testificaron y a quien la confesión de Pedro señalaba, a Cristo.
En conclusión, podemos observar cómo la interpretación católica de Mateo 16:18 está equivocada por lo menos por cuatro razones:
  1. Gramaticalmente, no presentan la distinción léxica entre petros (Pedro) y petra (roca).
  2. Contextualmente, ponen a Pedro como el enfoque de Mateo 16, cuando el texto claramente busca resaltar la verdad acerca de Jesús.
  3. Teológicamente, el Nuevo Testamento presenta a Cristo como la Roca, y no a Pedro.
  4. Históricamente, esta doctrina católica romana no es vista en los padres de los primeros siglos.
Finalmente, aun si Pedro fuese la “roca” de Mateo 16:18, tal interpretación no demanda ni enseña la doctrina de sucesión papal (pero ese es tema para otro artículo).
Aunque el apodo de Simón fue Pedro, él mismo entendido que la “roca” era Cristo. La roca sobre la que se construyó la vida de Pedro era la Roca de la Salvación, la Roca de Liberación, la Piedra Angular Principal y de la Roca de la Eternidad. Pedro dio testimonio de esta verdad en Mateo 16:16, el resto de los apóstoles dio testimonio de ella a través de sus ministerios y fue esta verdad que formó el fundamento de la iglesia.
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Nathan Busenitz (Ph.D.) es profesor de teología histórica en The Master’s Seminary. Después de haber servido como asistente personal de John MacArthur, Nathan llegó a formar parte del profesorado de TMS en el 2009. Él y su familia viven en Los Ángeles, California.

¿Cómo surgió el papado?



El Papa León X y Florencia
El papa León X y Florencia


Por: Alberto Solano

A mediados de este año, el papa Francisco visitó Ecuador, Bolivia y Paraguay. Como suele suceder cada vez que la cabeza del Vaticano llega a un país, causó gran alboroto, sin duda dado que la mayor parte de la población profesa la fe católica. Lo mismo fue el caso en Cuba la semana pasada. Actualmente el papa se encuentra en los Estados Unidos, causando la misma respuesta.
Su visita y la alegría del pueblo acogedor ha hecho que algunos se pregunten: ¿Cómo surgió la idea de un papa? ¿Acaso la Biblia enseña que deberíamos tener un papa? ¿Cómo deberíamos responder al papado como cristianos?
La respuesta simple es: no. El papado de la iglesia católica romana no es la cabeza de la iglesia de Cristo, no tiene autoridad para regir como viceministro de nuestro Señor y por lo tanto como creyentes no tenemos ninguna obligación para acogerle. A continuación respondo a las preguntas previamente mencionadas.
¿Cómo surgió el papado?
Según la iglesia católica todo comenzó con Pedro. En Mateo 16:18 leemos: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” A partir de ese momento la iglesia católica comienza a trazar lo que llamaría la sucesión apostólica, doctrina la cual establece que cada papa, cardenal o obispo (incluyendo prácticamente toda orden eclesiástica) puede trazar, por medio de sucesión directa, su sede a alguno de los mismos apóstoles. La línea de sucesión apostólica más importante para los católicos es la del hombre que se sienta en la silla del obispo de Roma, pues argumentan que desde los tiempos de Pedro siempre ha habido un sucesor que ha servido como Pontífice de la iglesia desde Roma, y por lo tanto la iglesia católica siempre ha tenido un vicario de Cristo en la tierra.
Después del apóstol Pedro vino San Lino luego San Anacleto después San Clemente, y así sucesivamente los obispos o líderes de la iglesia en Roma continuaron ocupando el cargo de obispo en Roma. Sin embargo al correr de los años los obispos comenzaron a acaparar más y más poder sobre las demás iglesias, ya que Roma no sólo fue la ciudad donde murió Pedro (muy probablemente), sino que también era el centro de atención y comercio de todo el imperio Romano, creando así el lugar perfecto para que una iglesia fuera reconocida por encima de las demás. No fue hasta 41 papas después, cuando el papa León I “el Magno” (papado entre 440-461) logró establecerse como el primer pontífice sobre toda la iglesia católica y así asentar las bases para el papado como lo vemos en la actualidad.
Aunque la silla del obispo de Roma comenzó a ser considerada como superior a las demás sedes eclesiásticas desde poco antes de la caída de Roma, no fue hasta el Concilio Vaticano I (entre 1869 y 1870) que la iglesia católica concluyó, basado en Mateo 16:17-19, la siguiente cadena de dogmas acerca del papa:

1) Cristo dio a Pedro la jurisdicción principal sobre toda la Iglesia;

2) Ya que Pedro tenía jurisdicción total sobre la iglesia, entonces sus enseñanzas llegaron a ser infalibles;

3) Pedro, siendo el pontífice sobre la iglesia, demanda que sus sucesores designados tengan el mismo lugar sobre la Iglesia;

4) El papa, es decir el obispo de Roma y sucesor de Pedro como cabeza de la iglesia, tiene la capacidad de hablar ex cátedra (esto es, hablar bajo su capacidad oficial como papa), siendo sus palabras en ese momento infalibles;

5) Ya que el papa es la cabeza de la iglesia, entonces él es cabeza de todo orden eclesiástico y de toda sede;

6) La iglesia, bajo la dirección del obispo de Roma, se ha mantenido sin error y doctrinalmente pura;

7) Cuando surgen cuestiones de fe, el pontífice romano (el papa) tiene el derecho de tener la última palabra;

8) Para que una iglesia local sea validada como una iglesia auténtica de Cristo, la tal debe adherirse a las enseñanzas del Vaticano…

9) No hay salvación fuera de la Iglesia Católica Romana, pues sólo el pontífice en Roma es la cabeza sobre la verdadera iglesia de Cristo.1
¿Acaso la Biblia enseña que deberíamos tener un papa?
Para defender la doctrina del papado, el Vaticano recurre a dos fuentes: La tradición y la Biblia. Primeramente, en la tradición, la iglesia católica se basa en los escritos de doctores de la iglesia, entre ellos hombres del primer siglo como Clemente de Roma e Ignacio de Antioquía, los cuales vivieron durante el tiempo del Nuevo Testamento. Entre sus muchas contribuciones a la doctrina de la iglesia, ambos, al igual que Constantino años después, abogaron por una estructura eclesiástica la cual tuviese un obispo sobre las iglesias locales. En sus cartas es visible su deseo por preservar la sana doctrina en medio de un ambiente propicio a los falsos maestros y falsas doctrinas.
Sin embargo debemos recordar que tanto Clemente como Ignacio, no buscaban defender un obispo sobre la iglesia entera, como lo vemos hoy en día con el papa. Al contrario, lo que ellos buscaban defender era la Escritura y las verdades escritas en ella por medio de establecer un obispo sobre ciertas regiones geográficas, dado que pocas personas tenían acceso a copias de los originales. Ya que no todos tenían la Escritura, pensaron necesario subordinar a aquellas iglesias sin copias a hombres preparados los cuales hubiesen tenido interacción con los apóstoles mismos o con algunos de sus seguidores más cercanos. Su intención fue elevar la autoridad de la Escritura, no crear una escritura eclesiástica modelo con una cabeza humana al frente. Por lo tanto, creo que si ellos estuviesen vivos hoy, estrían en contra del papado al igual que nosotros.
En segundo lugar, la Biblia no enseña que la iglesia debería tener un obispo supremo. En una artículo previo titulado Sobre esta Roca edificaré mi Iglesia aquí en Predicadores y la Predicación, Dr. Nathan Busenitz presentó un argumento extenso sobre una interpretación correcta de Mateo 16:18. Busenitz determina correctamente que la interpretación de la iglesia católica romana de Mateo 16:18 está equivocada por lo menos por cuatro razones:
  1. Gramaticalmente, no representan la distinción léxica entre petros (Pedro) y petra (roca).
  2. Contextualmente, ponen a Pedro como el enfoque de Mateo 16, cuando el texto claramente busca resaltar la verdad acerca de Jesús.
  3. Teológicamente, el Nuevo Testamento presenta a Cristo como la Roca, y no a Pedro.
  4. Históricamente, esta doctrina católica romana no es vista en los padres de los primeros siglos.
En ningún lugar en la Escritura se presenta a Pedro como la cabeza de la iglesia. La única piedra angular que se menciona en la Biblia es Cristo mismo (Efesios 2:20), y por lo tanto la iglesia está cimentada en la roca que es Jesús, no Pedro. Aun las palabras de Jesús a Pedro en Juan 21:17 (“Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas”) no demuestran que Jesús elevó a Pedro a un estatus de cabeza eterna sobre la iglesia, más bien Jesús le pidió que enseñase y fuera líder en la iglesia, pero nunca que enseñase alguna otra cosa que lo que está escrito en la Biblia.
¿Cómo deberíamos responder al papado como cristianos?

NUESTRA LEALTAD ES HACIA LA VERDAD DE LA ESCRITURA, NO HACIA LA SILLA DE UN OBISPO


Primeramente, debemos recordar que Jesucristo, no el papa, es la única cabeza de la iglesia. Él prometió edificar su iglesia siendo él mismo la piedra angular (Efesios 2:20). El Nuevo Testamento entero nos demuestra que solamente Jesús es el Señor sobre la iglesia, y jamas eleva a Pedro a tal estatus. El papa no es la cabeza de la iglesia porque Jesús nunca estableció tal oficio, ni tiene ninguna autoridad sobre las iglesias alrededor del mundo, ya que el modelo que vemos en el Nuevo Testamento es de iglesias liberadas por ancianos (1 Timoteo 3; Tito 2), y no por un pontífice en Roma. Incluso si se pudiese trazar una línea de sucesión entre el papa actual y Pedro, la tal no demandaría que el papa tuviese autoridad sobre el cuerpo de Cristo. Como creyentes nuestra lealtad es hacia la verdad de la Escritura, no hacia la silla de un obispo. En el momento en el que uno de estos sucesores se hubiese desviado de la verdad bíblica, nosotros no le hubiésemos seguido, pues Cristo es nuestra cabeza y Rey, no un hombre. Es por eso que como cristianos no tenemos nada que ver con la iglesia católica romana, la cual representa un sistema corrupto y anti-bíblico.
En segundo lugar, debemos tener en mente que el papa no tiene la autoridad para hablar infaliblemente. Tal doctrina no tiene fundamento bíblico. La tradición de la infalibilidad papal tiene sus bases en la tradición católica, la cual ha sido copiada y hecha autoritaria por decretos divinos de ciertos papas, creando así un circulo perfecto para defender una tradición sin un fundamento en la Escritura.
Tercero, recordemos que solamente la Biblia y Cristo tienen autoridad sobre la iglesia. Dos de las banderas principales de la Reforma fueron Sola Scriptura y Solus Christus. La primera luchó por la autoridad de la Biblia sobre cualquier tradición, mientras que la segunda atacaba la creencia herética que presentaba al papa como el representante de Cristo en la tierra. Su lucha sigue resonando hasta el día de hoy. Como creyentes debemos sujetar todo sermón, libro, documento y tradición bajo la autoridad de la Escritura; guardando lo que esté de acuerdo a ella y rechazando lo que vaya en su contra. Por lo tanto, la tradición católica no tiene lugar en la verdadera iglesia cristiana, pues no tiene fundamento bíblico y ni siquiera pueden existir juntas, ya que la una repele y contradice a la otra.
Finalmente, debemos orar por y evangelizar a los católicos. Creo que la mayoría de nosotros hemos salido del catolicismo o bien fueron nuestros padres los que salieron. Al hablar del catolicismo debemos ser duros en reconocer la falsedad del sistema, pero tal dureza doctrinal no debería endurecer nuestros corazones. Los católicos necesitan entender el verdadero evangelio, que la salvación no es por obras sino por fe, y necesitan entender que la autoridad de la Biblia es mayor a la de cualquier tradición.
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Alberto Solano, graduado con una Maestría en Divinidad (M.Div.) en The Master’s Seminary, actualmente estudia una Maestría en Teología (Th.M.) con énfasis en el Nuevo Testamento. Aparte de servir en el ministerio hispano de Grace Community Church, Alberto trabaja en el departamento de admisiones del seminario.

jueves, 24 de septiembre de 2015

¿Qué debo hacer si mi esposo me maltrata?

El maltrato o la violencia intrafamiliar es cada vez más frecuente y ya ha cobrado muchas victimas en nuestros países. Es lamentable admitirlo, pero aun dentro de nuestras congregaciones encontramos casos de este tipo en sus diferentes etapas.

                                      


Por: Cornelia Hernández de Matos

¿Cómo es posible que una persona pueda agredir a otra? ¿ Es posible que un hombre que se une en matrimonio voluntariamente a una mujer, a quien le ha expresado amor, pueda maltratarla sin reparar en el daño que produce en ella? ¿Qué hay en el corazón de alguien así? ¿ Qué debe hacer la esposa de este hombre? ¿ Cuál sería la actitud saludable para ambos?
El maltrato o la violencia intrafamiliar es cada vez más frecuente y ya ha cobrado muchas victimas en nuestros países. Es lamentable admitirlo, pero aun dentro de nuestras congregaciones encontramos casos de este tipo en sus diferentes etapas.
Nos referimos a etapas porque, como es bien sabido, un hombre abusivo no luce como tal en principio, ni la violencia inicia de manera abrupta. Inicia de manera muy sutil, expresiones de descalificación frecuentes, tonos y palabras de irrespeto sobretodo en privado, control absoluto de la vida del otro, uso de la manipulación y/o amenazas. Luego las cosas se van poniendo cada vez peor y más frecuentes pudiendo llegar a la agresión física; desde empujones, jalones de pelo, bofetadas, hasta golpes descontrolados que implican cortaduras, lesiones o roturas de hueso y hasta la muerte.
El origen de esto es el pecado en el corazón del hombre o la mujer, ya que sabemos que hay mujeres que maltratan.
“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca”, Lucas 6:45.
¿Qué debe hacer un esposa que se encuentre en una situación como esa, aún sea en una etapa inicial?
Primero lo primero, orar
Busca en oración y en Su palabra la perspectiva de Dios en tu caso en particular. ¿Cuál es el propósito de Dios en esta situación? ¿Cuál es mi aporte en todo esto? ¿ Cómo responder al maltrato? ¿Qué áreas de mi carácter Dios está trabajando en mi?
En este punto es bueno recordar esto: hombre y mujer, ambos fuimos hecho a imagen de Dios, eso define el valor que tenemos cada uno; somos iguales en valor. Al ser humano se le debe respeto solo por eso. Dios no está de acuerdo con que alguien que lleva Su imagen sea maltratado. Dios le llama a eso pecado.
Por tanto, no debemos ser cómplices de ese pecado.
“Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”, Génesis 1:27.
Ora para que Dios te dé discernimiento para tomar decisiones acertadas.
Pon límites
Debes expresarle a tu esposo en algún momento de tranquilidad que no vas a tolerar más su maltrato, aún fuera éste de tipo verbal. Dile que la próxima vez saldrás de su presencia y no mantendrás una conversación con él en ese tono. Cuando se calme, podrán reanudar el dialogo. Si dices que harás esto y no lo cumples no estás poniendo límites, debes cumplirlo. Los abusadores no saben respetar los límites. Si es necesario salir de la casa un momento, comunícalo y regresa en unos minutos.
“La suave respuesta aparta el furor, mas la palabra hiriente hace subir la ira”,  Proverbios 15:1.
¡Rompe el silencio!
Comunícale a alguien de confianza lo que está pasando. Debes ser muy cuidadosa con la persona que eliges. Idealmente debe ser alguien maduro en la fe, con una posición neutral. Podría ser un pastor o consejero de la iglesia. También debes comunicarlo a alguien de tu familia y a algún miembro de confianza de la familia de él. El silencio es una de las mayores armas del abusador.
Si tu esposo asiste a la iglesia, podría ser factible que asistan a consejería juntos, esto sería de mucha ayuda.
Si el maltrato pasa de verbal a abuso emocional, económico, sexual, y/o físico, debes notificarlo a las autoridades pertinentes incluyendo las de tu congregación. Para muchos este es un paso difícil, doloroso, y no es para menos; sin embargo, es aún más doloroso esperar por las consecuencias físicas y emocionales que sufres como esposa y que están afectando a tus hijos. En algunos casos es necesaria la separación física, sobretodo cuando la vida de algún miembro de la familia está en riesgo.
No hay duda de que un hombre que ha llegado a romper los límites que protegen la integridad física de su esposa necesita fronteras mayores y consecuencias significativas que le ayuden a verse a sí mismo y descubrir hasta dónde el pecado lo ha llevado y, entonces esté dispuesto a recibir ayuda para sanar. No trates de ser su consejera o psicóloga, eres su esposa, y como tal, tú también tienes límites que respetar.
Es posible que poner estos límites sea lo que Dios utilice para traer convicción de pecado a tu esposo. En Dios siempre hay esperanza, el evangelio puede transformar cualquier corazón arrepentido. El que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y los abandona hallará misericordia”,Proverbios 28:13.   
No olvides que también tu corazón debe sanarse, aunque no estés de acuerdo con el maltrato, puedes perdonar, poniendo los límites adecuados. Dios puede restaurar el gozo y la paz que solo Él puede darte. Confía en que Él es tu guardador, está trabajando en tu vida en medio de estas situaciones difíciles. Camina confiada, busca apoyo en el cuerpo de Cristo. No dejes de orar ni un solo día. Ora y reflexiona en el Salmo 121:
“Levantaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene del SEÑOR, Que hizo los cielos y la tierra. No permitirá que tu pie resbale; No se adormecerá el que te guarda. Jamás se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel. El SEÑOR es tu guardador; El SEÑOR es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te herirá de día, Ni la luna de noche. El SEÑOR te protegerá de todo mal; El guardará tu alma. El SEÑOR guardará tu salida y tu entrada Desde ahora y para siempre”.

Cuando los líderes nos fallan

“El mejor de los hombres sigue un hombre”. Esto significa que incluso aquellos que más admiramos son realmente solo hombres (o mujeres): seres humanos con una tendencia a cometer graves pecados, incluso pecados contra nosotros.


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Por: Courtney Reissig

“Todo el mundo es grandioso hasta que llegas a conocerlos”, dice el refrán. No recuerdo la primera vez que quedé decepcionado por alguna figura de autoridad, pero he vivido lo suficiente para saber que no será la última. Cuanto más nos acercamos a la gente, más probabilidades hay de que nos decepcionen en algún nivel. Lo mismo ocurre con los que lideran. Sea su esposo, su pastor, su jefe, o sus padres, a mayor proximidad, mayor se vuelve el pecado (o por lo menos así se revela).

Mi familia tiene una frase: “el mejor de los hombres sigue un hombre”. Esto significa que incluso aquellos que más admiramos son realmente solo hombres (o mujeres): seres humanos con una tendencia a cometer graves pecados, incluso pecados contra nosotros. Cuando me enfrento con este pecado, mi tendencia es a retirarme. Me has hecho daño, te dejo. Es más fácil. Funciona para mí. Me permite distanciarme del dolor, en lugar de enfrentarlo con la frente en alto. Me libera de tener que perdonar a la persona si no tengo que mirarlo a los ojos.


Pero ese no es el patrón de la Escritura. A partir de los primeros seres humanos, Adán y Eva, hasta la última palabra en Apocalipsis, la gente se ha estado decepcionando a lo largo de la historia. Relaciones han sido dañadas. Líderes han fracasado.

Pecados graves

Antes de continuar, una cosa debe quedar clara: solo porque el que te lastimó es un líder no elimina las consecuencias. Algunos pecados (abuso de todas las formas, fracaso moral, asesinato, etc.) requieren la eliminación inmediata de una posición de autoridad. David pecó al tomar ventaja de Betsabé y asesinar su marido (2 Sam. 11). Si bien se arrepintió, su hijo murió como consecuencia de su falla (2 Sam. 12:18-19). El pecado tiene consecuencias, incluso para los líderes.



Pero, ¿cómo debemos responder en nuestros corazones hacia tales fallas? ¿Te retiras, como yo? ¿Lo enfrentarás de frente, negándote a ser victimizado de nuevo? ¿Te vas de la iglesia, harto de la hipocresía? ¿Te desconectas de aquel que te ha hecho daño? La falta en el liderazgo es una grave ofensa contra el pueblo de Dios. Lastima, a veces por años. Planta las semillas de la desconfianza que a menudo germinan en una maleza asfixiante difícil de eliminar. Enturbia nuestro juicio de todos los niveles de liderazgo. Ensombrece nuestros sentidos para un verdadero liderazgo porque nuestros ojos han sido ensombrecidos con dolor y traición.


Sobrepasando el dolor

La Biblia está llena de líderes que fallaron al blanco. En cierto sentido, la experiencia humana presentada en la Escritura nos recuerda que nunca sufrimos de manera aislada. Somos parte de una larga línea de pecadores, una larga fila de personas que han sufrido pecado de otros, y una larga fila de personas redimidas. Abraham puso a su esposa en peligro al mentir diciendo que era su hermana (Génesis 12:10-20; Génesis 20: 1-18). Aaron se dejó llevar de la gente que él debía liderar y les dio un becerro de oro, en lugar de dirigirlos a Dios como el que merece su alabanza (Éx. 32).

Moisés respondió con ira, lo que resultó en que no pudiera entrar a la tierra prometida (Num. 20:10-13). Saúl se preocupaba más por sí mismo que por obedecer a Dios (1 Sam. 15). El pecado de David con Betsabé corrompio su habilidad para liderear durante el resto de su reinado (2 Sam. 24:1-17). Zacarías no confiaba en Dios completamente en proveer un hijo para él (Lucas 1:18-20). Pedro llegaba a ser imprudente y orgulloso (Juan 13:36-38). La lista podría seguir. Una encuesta de la historia de la iglesia, o incluso de nuestras relaciones actuales, revelarían aún más la decepción.


Si estamos llamados a vivir como pecadores redimidos en un mundo lleno de gente decepcionante (a sabiendas que somos tanto el decepcionado como el decepcionante), debemos reconocer que nuestras circunstancias no nos definen, ni tampoco dictan nuestras respuestas. Con cada líder fracasado en las Escrituras, Dios estaba haciendo algo poderoso en el fracaso: Él estaba mostrando a su pueblo que Él y solo Él es Dios. Lo mismo es cierto para nosotros hoy. Al igual que los israelitas antes de nosotros, somos propensos a adorar lo que está delante de nosotros (líderes) en lugar de el Dios que nuestros ojos no pueden ver. Y cuando los líderes caen, o pecan contra nosotros, nuestra reacción hacia su falla revela solo cuanta esperanza ponemos en su capacidad para salvarnos.


Líder perfecto

Cualquier discusión sobre el liderazgo sería deplorablemente incompleta si no se menciona que en el liderazgo imperfecto tenemos la esperanza en el perfecto: Jesús. Pero el mirar a Cristo como la cabeza de todas las cosas, incluyendo la iglesia, no es una una mera repetición para corazones cansados. Es pura verdad que puede alimentarnos cuando el fallo de un líder nos hace sentir desnutridos.

Nadie se enfrentó a más decepción por parte de los líderes que Jesús (Lucas 22:66-23 25). Él fue despreciado y crucificado por los líderes políticos y religiosos de su tiempo. Todo por nosotros. Cuando todos los líderes que nos rodean fallan (padres, esposos, maestros, pastores, jefes, políticos, etc.) tenemos un líder que se levanta por nosotros hasta el final. Murió para protegernos, hijos suyos, y vive para llevarnos a salvo a casa.


El mismo Jesús que es la esperanza para los líderes pecaminosos (y eso incluye a todos nosotros de alguna manera) es la esperanza para las víctimas de un mal liderazgo también. Él transforma malos corazones y da esperanza a los rotos.

En toda nuestra decepción con los que nos lideran, no nos entristecemos ante su pecado como aquellos que no tienen esperanza. Cristo es el líder máximo. Ellos no son nuestro salvador; Cristo es. Ellos no nos van a satisfacer; Cristo sí. Los líderes van y vienen. Cristo sigue siendo el mismo, fiel y verdadero a sus ovejas. Nos afligimos por el liderazgo fracasado (y lidiamos con el biblicamente). Pero encontramos refugio de la tormenta de sus fracasos en Jesucristo, nuestro líder perfecto.

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Alejandra Morán.




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