Querida ______:
Solo quiero que sepas que te entiendo.
Entiendo cómo se siente el estar enamorada de una mujer. Querer nada más que estar con ella para siempre. Sentir como si el universo te hubiera jugado una broma cruel en tu corazón al permitir que caiga en manos de una criatura similar a ti.
Yo también era lesbiana. Estuve atraida hacia el mismo sexo desde los cinco años. Cuando crecí, esos sentimientos no cesaron. Solo crecieron. Me encontre a mí misma enamorándome de mis mejores amigas, pero estaba demasiado avergonzada para admitírselo a ellas, y mucho menos a mí misma.
A la edad de 17 finalmente tomé la decisión de seguir estos deseos. Entré a una relación con una joven que se convirtió en mi “primera”. La primera vez que nos besamos, se sentía tan natural, como si este sentimiento era lo que yo había estado anhelando todo este tiempo. Después de ella vino otra mujer y luego otra. Ambas relaciones fueron muy serias, ambas duraron más de un año. Disfruté de estas relaciones y amaba mucho a estas mujeres. Y llegué al punto en el que estaba dispuesta a renunciar a todo, incluyendo mi alma, para disfrutar de su amor en la tierra.
En octubre del 2008, a la edad de 19, mi realidad superficial fue sacudida por un amor más profundo: uno del que yo había oído hablar antes, pero nunca había experimentado. Por primera vez, fui convencida de mi pecado de una manera que me hizo considerar todo lo que amaba (idolatraba), y sus consecuencias. Miré mi vida y vi que me había enamorado de todo excepto de Dios, y estas decisiones en última instancia resultarían en mi muerte eterna. Mis ojos se abrieron y empecé a creer todo lo que Dios dice en Su Palabra. Empecé a creer que todo lo que Él dice acerca del pecado, la muerte, y el infierno era verdad.
Y sorprendentemente, al mismo tiempo que el castigo por mi pecado se hizo realidad para mí, también lo hizo la belleza de la cruz. Una visión del Hijo de Dios crucificado, recibiendo la ira que yo merecía, y una tumba vacía mostrando Su poder sobre la muerte; todas las cosas que había oído antes, sin ningún interés, se habían convertido en la revelación más gloriosa de amor imaginable.
Tras darme cuenta de todo a lo que tendría que renunciar, le dije a Dios: “No puedo soltar estas cosas y personas así de fácil. Las amo demasiado. Pero yo sé que eres bueno y lo suficientemente fuerte para ayudarme”.
Ahora, a la edad de 23 años, puedo decir con toda honestidad que Dios ha hecho justamente eso. Él me ha ayudado a amarlo más que a cualquier cosa.
Ahora, ¿por qué acabo de decirte esto? Te di un vistazo de mi historia porque quiero que entiendas que yo te entiendo. Pero también quiero que sepas que yo también entiendo cómo se siente estar enamorada del Creador del universo. Querer nada más que estar con Él para siempre. Sentir Su gracia, la mejor noticia jamás anunciada a la humanidad. Ver Su perdón, que Él tomaria un corazón tan malvado en sus manos misericordiosas.
Pero con eso en mente, estamos en una cultura donde las historias como la mía parecen imposibles o hilarantes, dependiendo de la audiencia. La homosexualidad está en todas partes, desde la música, a la televisión, incluso en los deportes. Si crees todo lo que la sociedad tiene que decir acerca de la homosexualidad, habrás llegado a la conclusión de que es completamente normal, incluso admirable. Pero eso está lejos de la verdad. Dios nos dice que la homosexualidad es un pecado, abominable, y antinatural (Levítico 18:22; 20:13; Romanos 1:18-32; 1 Corintios 6:9-11; 1 Timoteo 1:8-10). Pero si tuviera que ser honesta, a veces atracciones homosexuales pueden verse naturales para mí.
Yo no creo que sea una exageración decir que este puede ser tu dilema también. Puedes ver lo que Dios tiene que decir acerca de la homosexualidad, pero tu corazón no procesa los mismos sentimientos. La Palabra de Dios dice que es pecado; tu corazón dice que se siente bien. La Palabra de Dios dice que es abominable; tu corazón dice que es una delicia. La Palabra de Dios dice que es antinatural; tu corazón dice que es totalmente normal. ¿Puedes ver la clara división entre lo que dice la Palabra de Dios y cómo se siente tu corazón?
Así que, ¿a cual voz deberías creerle?
Hubo un tiempo en mi caminar con Cristo donde experimenté mucha tentación de caer de nuevo al lesbianismo. Estas tentaciones me hicieron dudar de la Palabra de Dios. Mis tentaciones y deseos comenzaron a ser más reales para mí que la verdad de la Biblia. Mientras yo estaba orando y meditando en estas cosas, Dios puso esta impresión en mi corazón: “Jackie, tienes que creer que mi Palabra es cierta incluso si contradice lo que sientes”. Wao. Eso es cierto. O confío en Su Palabra, o confío en mis propios sentimientos. O lo busco a Él por el placer que mi alma anhela, o lo busco en cosas menores. O camino en obediencia a lo que Él dice, o rechazo Su verdad como si fuera una mentira.
La lucha con la homosexualidad es una batalla de fe. ¿Es Dios mi alegría? ¿Es Él lo suficientemente bueno? ¿O estoy todavía buscando cisternas rotas para saciar una sed que solo Él puede satisfacer? Esa es la batalla. Lo es para mí, y lo es para ti.
La elección es tuya, mi amiga. Ruego para que pongas tu fe en Cristo y huyas de las mentiras de nuestra sociedad, que coinciden con las voces de tu corazón, un corazón que la Escritura dice que es malo y engañoso (Jeremías 17:9). Corre a Jesús en su lugar.
Tú fuiste hecha para Él (Romanos 11:36). Él es en definitiva todo lo que necesitas. Él es bueno y sabio (Salmo 145:9). Él es la fuente de toda consolación (2 Corintios 1:3). Él es amable y paciente (2 Pedro 3:9). Él es justo y fiel (Salmo 33:4). Él es santo y justo (1 Juan 1:9). Él es nuestro verdadero Rey (Salmo 47:7). Él es nuestro Salvador (Judas 1:25). Y Él te está invitando a ser no solo su sierva, sino también su amiga. Si el amor duradero es lo que estás buscando en cualquier otro sitio, estas persiguiendo el viento, en busca de lo que nunca encontrarás, poco a poco siendo destruida por tu búsqueda.
Pero en Jesús, hay plenitud de gozo. En Jesús, hay una relación que vale todo, porque Él lo es todo. Corre hacia Él.
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