Por: JOSÉ DE SEGOVIA
El actual candidato a la presidencia de
Guatemala, el actor Jimmy Morales, ha hecho una película sobre un pastor en
crisis, titulada “Fe”. Cartel de la película guatemalteca El actual candidato a
la presidencia de Guatemala, el actor Jimmy Morales, ha hecho una película sobre un pastor en
crisis. “Fe” es el primer largo de ficción que ha realizado un joven
documentalista llamado Alejo Crisóstomo. El director, al igual que la
productora, es “medio guatemalteca, medio chilena”. Nos presenta la realidad de
un país que tiene el mayor porcentaje de evangélicos de toda América Latina.
Sin embargo, tiene uno de los índices más altos de pobreza, desigualdad,
violencia y corrupción. La película presenta la crisis de un pastor evangélico.
Por
una serie de circunstancias, ligadas a su círculo de amigos y a la familia de
su esposa, Arturo Herrera es uno de esos pastores con cierta influencia en la
clase alta guatemalteca. Es un hombre de fe muy dedicado, pero en su honestidad, siente que podría hacer más y se pregunta por
qué Dios le ha encomendado la misión, que se ve llamado a hacer en la tierra.
El actor Jimmy Morales interpreta a un pastor evangélico en crisis
Un día que le invitan a predicar en la cárcel de Ciudad de Guatemala, conoce a
un pescador de Río Dulce llamado Beto, acusado del asesinato de una niña de
trece años.
El pastor interpreta el encuentro como un
mensaje de Dios y una vez que el pescador sale de prisión, decide ayudarle
dándole trabajo y alojamiento en su iglesia. Su familia y su congregación se
vuelven en contra, a la vez que sus propias certezas se tambalean cuando se
descubre que se ha cometido un crimen cerca de su iglesia. Aunque las cifras
varían –como siempre–, desde el treinta
hasta más del cincuenta por ciento de la población, no hay duda que Guatemala
es el país latinoamericano con más evangélicos –por los menos, trece millones,
según las estadísticas más conservadoras–. Según la Alianza Evangélica,
existen veintisiete mil iglesias evangélicas, aunque algunas de ellas prefieran
llamarse simplemente cristianas.
Estos días he tenido la oportunidad de visitar
la primera mega-iglesia –conocida popularmente como la Frater–, donde he podido
hablar con el pastor Jorge López, que fundó esta Fraternidad Cristiana en 1978
con tan sólo veintidós miembros, mientras que ahora reúne más de doce mil
personas en un gigantesco auditorio. Es cierto que te choca el lujo de estas
instalaciones, en una nación donde más del 56% de la población vive bajo el
nivel de la pobreza–. El edificio está, por cierto, rodeado de agentes de
seguridad armados, como , pero es
sorprendente que todo esto se haya construido sin apoyo extranjero. A ella
asisten personas tan influyentes de la sociedad de Guatemala, como un juez del
Tribunal Supremo –el propio presidente del último Tribunal Supremo Electoral
fue un evangélico otros muchos sitios que he visto aquí. Las calles están
llenas de soldados con metralletas, dispuestos a disparar. Se respira aquí un
ambiente de inseguridad, ante el problema del crimen y violencia latente,
durante ya tantos años. Hay distritos de la ciudad, donde ni siquiera la
policía se atreve a entrar.
La
película nos muestra la crisis de fe de un evangélico Según Israel Ortiz,
director del Centro Esdras, “algunos pastores se jactan del crecimiento
evangélico como una muestra del poder de Dios”, hasta el punto de que “se han
atrevido a subrayar que Guatemala es la nueva Jerusalén de América”. Para él, “sin embargo, la realidad nos
muestra que esta presencia no ha impactado las estructuras sociales,
económicas, culturales y políticas de la sociedad”. Ya que “el factor numérico
no asegura una presencia cualitativa en la sociedad”. De hecho, para el teólogo
guatemalteco, “el factor numérico, lejos de ser una clave para el cambio, puede
convertirse en un refugio para la religiosidad sin compromiso y la ausencia de
una acción responsable en el mundo”.
La
obsesión evangélica por los números va acompañada de un “evangelio de
prosperidad”, como el que proclama Cash Luna, el pastor de la Casa de Dios, que
ha superado ya a la Frater –donde se convirtió–, con dieciséis mil miembros y veinticinco
emisoras en todo el país. El análisis del SEPAL (Servicio
Evangelizador para América Latina) sobre “El estado de la Iglesia Evangélica en
Guatemala”, subraya que la Iglesia crece numéricamente, pero no en calidad de
vida. Al cineasta y docente guatemalteco –radicado en Costa Rica–, Alejo
Crisóstomo, le intrigaba mucho la fuerza con la que ha crecido la religión
evangélica y quiso conocerla. En el país donde vive, se ha publicado también un
libro sobre “El crecimiento y la deserción en la iglesia evangélica
costarricense”. Ambos estudios explican el problema por una falta de
discipulado.
MÁS ALLÁ DE LOS PREJUICIOS: El
director guatemalteco Alejo Crisóstomo El director de “Fe” tenía “ganas de que
el protagonista fuera un pastor evangélico, un padre de familia con el que
pudiera recorrer este viaje en el que juzgamos constantemente a base de
prejuicios; que a veces son incluso más fuertes que la fe”. El ha querido hacer una película sobre “el poder de los prejuicios
en las relaciones humanas”, pero también acerca de “los pilares sobre los que
se construyen la fe y la verdad”. Se trata de un proyecto al que ha dedicado los
cinco últimos años de su vida desde que debutara cinematográficamente con
dos cortometrajes y un documental sobre una Guatemala pluricultural y
multiétnica. Mientras, ha participado también en el proyecto internacional
sobre “La vida en un día” de 2011.
Crisóstomo dice que comparte sus conflictos
con varios de sus personajes, pero especialmente con el pastor: “tiene los
conflictos y dudas que tengo; sobre la vocación, sobre la razón por la que
estamos en esta tierra; la inocencia de querer hacer lo correcto y el peso de
una sociedad que exige una perspectiva que no compartimos”. La película
refleja la violencia de la sociedad centroamericana
NUESTRO LUGAR EN EL MUNDO El
protagonista de la película “Fe” se pregunta cuál es su lugar en un mundo
dominado por la violencia y los prejuicios. Tras analizar la presencia de los
evangélicos en la política de Guatemala, Israel Ortiz concluye: “salvo honrosas excepciones, la mayoría
ha pasado sin pena ni gloria”.
Hasta “quienes han tenido la oportunidad de
impulsar cambios sustanciales poco han logrado”. ¿Cómo es esto posible?
La explicación para el director del Centro Esdras es que “los evangélicos no hemos sido sal y luz del mundo como demanda la
Palabra” (Mateo 5:13-16). La realidad es que “muchos cristianos no sólo no se diferencian del resto de la sociedad,
sino han sido atrapados por ideas, conductas y estilos de vida del sistema
imperante”. Por lo que nos “resulta
difícil vivir según los valores éticos del reino de Dios”. No podemos dudar
que el Espíritu Santo está impulsando un avivamiento en países como Guatemala.
La pregunta que se hacen hombres como Ortiz, es si esta experiencia está en
consonancia con el Evangelio. O sea, si está produciendo cambios sustanciales
en la vida personal y comunitaria, tal y como ocurrió en las iglesias de
Jerusalén, Antioquia o Tesalónica, que vemos en Hechos de los Apóstoles. Puesto
que “un avivamiento debe mostrarse por medio de cambios en la forma de pensar y
vivir de los conversos y su entorno”, dice el teólogo guatemalteco.
EL PODER DEL EVANGELIO La conclusión no puede ser más evidente: “Si no vemos mayor impacto en nuestras
naciones, debemos preguntarnos, si los creyentes experimentan una auténtica
conversión o sólo una experiencia religiosa”. Jesús no se fió de las multitudes
que le seguían y decía creer en Él (Juan 2:24). Más bien, les confrontó
abiertamente, incluyendo a los doce (6:60-67). ¿Qué debemos hacer, entonces?
Proclamar ese Evangelio, que es poder de Dios para salvar y transformar vidas.
La conversión de Zaqueo (Lucas 19:1-10) muestra el poder transformador del
Evangelio. Su encuentro con Jesús cambió su vida. No sólo entendió que la
justicia del Reino demandaba una restitución, sino que la gracia de Dios en
Cristo Jesús hizo que distribuyera parte de sus bienes a aquellos que había
defraudado.
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